Autor: Kris L. Jordan
Temática: General
Descripción: CAPÍTULO 1. El don. ¿Qué narices hacía yo, sentada frente a ese tipo, que no me gustaba nada en absoluto? Guapo lo era, eso sí que no lo podía negar. Sonrisa de dientes blancos y perfectos; pelo cortado a la moda y de un precioso castaño oscuro; cuerpo de gimnasio, fibroso y musculado y unos profundos y hermosos ojos negros. Pero con menos conversación que un loro (animal que se limita a repetir lo que escucha), no quiero decir con esto que él solo repitieraa mis palabras, pero su temática en cuanto a mantener un coloquio, era monótona, aburrida y hablaba exclusivamente de él y su fibroso cuerpo. —Entreno todos los días, y mi dieta es totalmente macrobiótica. «¿Y qué narices es una dieta macrobiótica?», yo no era capaz de seguir ni una, porque no podía dejar de comer. Como diría mi madre, «cariño, eres gruesa y siempre lo serás, porque no te alimentas correctamente». Siempre era muy fina, y decía gruesa, cuando en realidad le gustaría decir gorda. Aunque sabía con certeza absoluta, que no era para tanto. Soy voluptuosa y con curvas y quizá me sobre un poco de barriguilla. Pero para mi madre la delgadez casi extrema es la perfección, así que yo soy totalmente imperfecta, dentro de sus cánones de belleza. —200 flexiones diarias y levanto pesas de 50 kg... —el tío continuaba y yo estaba tan, pero tan aburrida... Asentía como si estuviese entusiasmada de saber los kilos que levanta y esto fuese lo más interesante que existía en el mundo. Sonreía porque así también le enseñaba mis perfectos dientes, que para eso estuve dos años con aparato corrector, que según mi madre, son lo más bonito que tengo. Desde pequeña tengo un don, un poder mágico, puedo oír una conversación y seguirla sin escuchar absolutamente nada de lo que mi interlocutor dice. Parece una tontería, pero cuando tienes una hermana perfecta, una madre que roza la supremacía y tú solamente eres una chica del montón, rellenita y con una vida en ruinas, es un don que viene muy bien y que utilizo constantemente. Desde mi más tierna infancia he tenido que escuchar: «Come menos, esa ropa es horrible y no te favorece nada, tienes cuerpo de hombre, levanta la cabeza, no camines con los hombros caídos, podrías usar tacones…». Era tan horrible que si no hubiese sido por mi poder, en estos momentos estaría encerrada entre cuatro paredes y con una camisa de fuerza. Ellas hablaban y yo me limitaba a mirarlas como si las estuviese haciendo caso, pero en realidad mi mente viajaba muy lejos. Con los años, lo fui perfeccionando, y ahora soy capaz incluso de contestar a las preguntas de mi interlocutor, sin tener ni idea de qué me está hablando y siempre acierto con la contestación, ese es el auténtico milagro, o magia, como me gusta llamarlo a mí. —Lo más importante de la dieta macrobiótica, es tomar los alimentos conforme a la estación del año... «¡Y dale con la dieta esa!, ¿le habré preguntado y no me he dado cuenta?, juraría que no..., ¡qué pesado!»